domingo, 31 de mayo de 2015

Tomar una decisión, complicada elección


Últimamente he estado (y sigo) ocupada tomando decisiones.

Y qué difícil es decidir, ¡corcholis! (por decirlo finamente y a lo retro).

Decidir significa elegir. Y toda elección conlleva renuncia. 

Si elijo "esto", renuncio a "lo otro".

Creo que por eso es tan complicado. 

Decidir hacer es relativamente sencillo. Por lo menos, mucho más que decidir no hacer.

El viernes disfrutaba de un conciertazo (muy recomendable) y se me iba la cabeza pensando lo bien que habían elegido esos artistas, que tanto disfrutaban encima del escenario. 

Salió mi vena artística "frustrada"... Vale, decidí bailar, pero dejé la música (y no canto ¡¿por qué corcholis no canto?¿por qué corcholis no toco el piano ni la guitarra?!). Vale, decidí bailar flamenco, pero dejé el contemporáneo y el hip hop. Vale, bailo, pero no todo lo que me gustaría. Y así, podría seguir hasta el infinito (¡y más allá! como diría Buzz lightyear).

Me gustaría hacer tantas cosas, que a la fuerza he tenido que decidir dejar de hacer otras. Y eso no llevo nada bien. ¡Algunas ni siquiera he empezado nunca a hacerlas! 

Recientemente he hecho las mil y una para tomar una decisión (seguramente más trascendente que el ejemplo que he puesto -aunque para mí tiene su relevancia-). 

He buscado elementos externos que decantaran la balanza.

Puede que ayuden, pero al final, ahí estas tú, con tus opciones, con tu decisión e irremediablemente, con tu renuncia.

¡Ay señor! ¿Habré elegido bien? (la eterna pregunta)

No es fácil tomar decisiones y muchas veces lo evitamos. Otras, nos obligan a hacerlo. En el momento nos parece una putada, pero en realidad, es una suerte: te obliga a avanzar.

Con esta frase me he topado hoy paseando por El Raval. 

"Me quejo de acabar porque estoy muy bien y el futuro es incierto"

¿Por qué nos da miedo acabar una etapa y empezar otra?

A veces, terminar puede ser la elección correcta, pero decidir terminar es muy difícil. 

Y, por cierto, elegir quejarse, es seguro la peor de las decisiones.

En las despedidas de soltera solemos pasar un cuestionario y preguntar ¿qué súper poder te gustaría tener? Yo elegiría el de "tomar las decisiones acertadas". Aunque entonces, igual, la vida perdería su esencia...

PD: Mis pies se preparan para taconear al ritmo de Calle las flores

PD2: Hay decisiones que sí o sí son correctas. ¡Sin duda, mi Pilukin ha acertado! Y eso no me puede alegrar más.